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VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 07 Sep 2007 14:27
por ba2
pongo un articulo aparecido en la revista interviu hace unos meses sobre varias personas que viven de forma permanente con escolta debido a la amenaza etarra.


Saben la ropa interior que llevan, lo que comen, lo que gastan a diario, con quién se ven, cuántas copas se toman cuando salen de fiesta… Los dos escoltas que lleva asignados cada concejal constitucionalista en Navarra son como su sombra. Sólo se separan cuando llega la hora de volver a casa, el único momento en el que las dos partes respiran algo de libertad.

A pesar del apoyo de estas cinco concejalas al proceso de paz iniciado por el Gobierno, ninguna ha pensado en prescindir de sus escoltas. Julia Cid, concejala socialista en Alsasua, uno de los pueblos más confiictivos de la Navarra aberzale, asegura: “Con ellos me siento mucho más tranquila, y eso que soy muy consciente de que si te quieren pegar un tiro lo van a hacer igual. A pesar del anuncio de «alto el fuego permanente» el 22 de marzo de este año, creo que no nos debemos relajar, porque no sería la primera vez que incumplen una promesa”.

Estar más de 15 horas al día vigilada, no poder salir de casa sin haber avisado antes, que muchas personas les nieguen el saludo por llevar escoltas, que a los hijos les insulten en el colegio o que las fachadas de sus casa luzcan pancartas amenazantes o pintadas insultantes forma parte de la odisea cotidiana de estas mujeres que decidieron participar en la vida política de Navarra, el territorio que ambiciona ETA. Su sufrimiento, y el de sus compañeros varones, queda a veces eclipsado en los medios por las tristes peripecias de sus colegas de Euskadi. Y esto acentúa su sensación de soledad.

Silvia Rosa Velásquez se considera una persona que siempre ha tenido la necesidad de vivir con mucha libertad, “y desde el día que decidí meterme a concejala en el Ayuntamiento de Burlada la perdí por completo. Incluso llegas a plantearte que jamás recuperarás ni la libertad, ni la intimidad de la que gozabas antes. Pero intento ser optimista y creer que en diciembre llegará un acuerdo que nos traerá a todos la paz”.

El aislamiento y el miedo son las sensaciones más frecuentes en quienes viven escoltados. “Por mucho que te digan al principio que es cuestión de acostumbrarte –cuenta José Antonio Mendive, edil de Unión del Pueblo Navarro (UPN) en Barañáin–, nunca lo terminas de asimilar. Nos han robado parte de nuestra libertad y tardaremos en recuperarla”. Este concejal, al contrario que las socialistas, no confía en el proceso de paz. “Por mucho que quieran, la ley no se cambia de un día para otro, y cada vez se acerca más la fecha tope puesta por los terroristas. No debemos relajarnos en ningún caso y, por supuesto, no pensar ni un segundo en renunciar a nuestros escoltas”.

Ninguno de estos concejales, algunos de ellos con graves amenazas a la espalda, se ha planteado dejar la política. Conocen las consecuencias de su limitada libertad de expresión, pero “si nosotros no hacemos nada por que esto cambie –dice Mari Carmen López, concejala socialista de Olazagutía, otro punto caliente–, ¿quién les va a explicar a nuestros hijos que lo que tuvieron que sufrir un día merecía la pena?”. Mari Carmen no va a renunciar a sus escoltas mientras sea concejala y el proceso de paz no llegue a buen puerto: “Es una pena tener que vivir así, ETA me ha quitado mi derecho a vivir en paz y libertad”.

Ante la dificultad de olvidar el miedo que viven a diario, los concejales se resignan e intentan no dramatizar su situación. “Aprendes a vivir con ello –cuenta Mercedes Sánchez, concejala del PSN-PSOE en Villava, el pueblo del ciclista Miguel Induráin, pegado a Pamplona–, con el tiempo deja de importarte que tus amigas no te llamen para tomar café, o que la gente baje la cabeza cuando se cruzan contigo por la calle. Pero lo que más duele es que lo hagan con tus hijos; que les dejen de invitar a cumpleaños o que no puedan participar en actividades extraescolares porque les hacen el vacío. Mi hijo se ha apuntado este año por primera vez a futbito, y está como loco de felicidad. Ya veremos qué tal le va”.

La mayoría de los concejales que han querido aparecer en este reportaje formaban parte de una lista de objetivos que se le intervino a ETA en 2003. Aunque hasta la fecha no han vuelto a recibir ninguna amenaza de ese tipo, las pintadas en las fachadas de sus respectivos hogares, al igual que los insultos que les profieren miembros de los grupos aberzales, siguen formando parte de su día a día. “No podemos estar hablando de un proceso de paz cuando el terrorismo sigue, de distinta manera, a pie de calle –dice el joven edil de Berriozar Sergio Sayas–. Eso también es violencia, pero como no es matar, pues no se le da la misma importancia”.

Mercedes Sánchez, Concejala socialista en Villava
Está casada y tiene dos hijos. El más pequeño, de nueve años, ya ha aprendido a convivir con escoltas. “Llevo desde el año 2001 con guardaespaldas, y es triste decirlo, pero mi hijo los ve como parte de su vida –cuenta Mercedes, resignada–, aunque más triste aún es que yo sólo vea a mis amigas en bodas, comuniones, bautizos o funerales. Para tomar café cuento con mis amigas de partido, porque te entienden, porque viven del mismo modo que tú, porque no te hacen preguntas indiscretas como que por qué se quedan los escoltas en la puerta, que por qué me los llevo a todos lados…”.

La vida de Mercedes Sánchez es una sucesión de privaciones: “Desde tener que dejar de hacer deportes, como jugar al squash, porque no siempre puedes ir al mismo sitio ni a la misma hora, hasta dejar de llevar a tus hijos al colegio, que es lo primero que te quitan y también lo que más duele”. A pesar de los muchos inconvenientes que le proporciona tener que vivir siempre protegida, Mercedes no renunciaría a sus escoltas, “ni incluso ahora, con el supuesto proceso de paz. Creo que no debemos relajarnos, porque no es la primera vez que rompen una tregua”.

Julia Cid, Concejala socialista de Alsasua
La última amenaza que ha recibido esta cocinera se la profi rió un individuo que se le acercó en la calle: “Tú sabes dónde te has metido; vas a pagar las consecuencias”. Pero Julia Cid es optimista: todavía cree posible la paz. Aunque su cara delata el cansancio que le supone de- pender 24 horas de dos escoltas: “Salir de casa cuando te da la gana se acabó. Tomar café en el bar de al lado ¡es todo un circo! Es imposible no llamar la atención. Y qué decir cuando vas con tus compañeras de partido. Entramos tres en un bar y un equipo de fútbol detrás”. Julia no se fija sólo en su sufrimiento. Es consciente de cómo lo pasan sus escoltas: “Les han insultado, les han ladrado, incluso les han escupido al pasar a su lado… Es algo muy triste”.

La vallisoletana Mari Carmen López, concejala del PSN-PSOE en Olazagutía, comenzó viviendo en este pueblo, uno de los más conflictivos del norte euskaldún de Navarra. La presión pudo con ella y con su familia y decidió marcharse a Pamplona. “La tensión que sufrían mis hijos era enorme. Gente de la edad de mi hija no querían ir con ella porque «eres la hija del agresor y nosotros somos los ilegalizados». Cuando fuimos a Pamplona mi hija me dijo: «Mamá, he vivido entre gente que me ha odiado y he sobrevivido. Nunca lo olvidaré»”.

Aunque a Mari Carmen le ha costado acostumbrarse a la compañía de dos guardaespaldas, hay situaciones en las que sigue incómoda. “Ya no puedes ir tranquila de compras con tu hija, saben la ropa interior que llevas, lo que comes, si un día te gastas más o menos dinero, si llevas uno o dos bolsos este mes, con quién te ves…”.

José Antonio Mendive, Portavoz de Unión del Pueblo Navarro (UPN) en Barañáin
Fue la primera víctima tras el anuncio de “alto el fuego permanente”, el pasado 22 de marzo. Sólo un mes después, la kale borroka acabó con el negocio de José Antonio Mendive, una ferretería en Barañáin. “Llevo en política activa desde 2003. Y desde entonces tengo escolta –cuenta José Antonio–. He recibido dianas, cartas; he estado en una lista que se hizo en 2003 en la que aparecían 5.000 personas amenazadas por ETA. Los TEDAX (policías expertos en desactivación de explosivos) han cortado dos veces la calle de mi casa porque había un objeto sospechoso… pero que acaben con mi negocio ¡es el colmo! Me he acostumbrado a vivir con escoltas, a amoldar mi vida a ellos y ellos a mí, a que todo el mundo se fije en ti y a pasar muchos apuros por ello, pero yo no vivo de la política, vivo de mi ferretería, que me ha costado mucho sacar adelante”.

José Antonio reconoce haber tardado mucho en acostumbrarse. “Al principio –reconoce– eres como un bebé, dependes de ellos para todo, pero poco a poco vas recuperando tu vida normal, o lo que puedes rescatar de ella. Pero no voy a dejar la política. Sería darles la razón”.

El 6 de agosto del año 2002 dos escoltas llamaron a la puerta de la casa de Silvia. Entonces comenzó su nueva vida. “Yo, que siempre fui tan libre, perdí mi anonimato y la libertad de pasear por la calle –cuenta Silvia, peruana de origen–. El día del cumpleaños de mi hija me dijeron que mi nombre aparecía en la lista de ETA. No supe qué hacer. No le dije nada y sufría en silencio porque sabía que no tenía el derecho de poner en peligro a mi familia”. Silvia es realista cuando explica el fundamento de sus peores pesadillas: “Con los escoltas me empecé a sentir mucho más segura; pero si alguien te quiere pegar un tiro, lo va a hacer con o sin escoltas”

Se siente vigilada, observada, pero muy protegida. “Muchas veces me pongo en su situación. Sé que es un trabajo duro, porque el tiempo que pasan conmigo es el que no pasan con sus familias, pero ahí está la libertad de cada uno de elegir una profesión –explica esta mujer, abogada de profesión–. Yo no quiero que me quiten los escoltas, y menos ahora, que creo que no es un buen momento. No debemos relajarnos, porque aunque no haya muertos, la ‘kale borroka’ está ahí a diario y también los insultos y las amenazas”.

Sergio Sayas, Concejal de UPN en Berriozar
Sólo tenía 23 años cuando le pusieron sus primeros escoltas. Ahora, con 27, sigue con ellos. “Durante gran parte de mi juventud hemos sido tres. Me decían siempre que algún día me acostumbraría, pero cada día lo llevo peor”. Aunque las personas que hacen el servicio de escoltas están para que los protegidos puedan seguir con su vida normal, a Sergio le cuesta no preocuparse por ellos. “Llega el fin de semana y a mí lo que me apetece es salir de bares con mis amigos, pero no dejas de estar pendiente de si es muy tarde, o si estás haciendo el ridículo bailando mientras te miran los escoltas, o estás pendiente cuando cambias de bar para ver si te siguen… No disfrutas lo mismo. Y qué decir de ligar… Te pones a hablar con alguien, y si te vas con esa persona, ¡le tienes que decir que somos tres! Aunque por supuesto que cada uno se las ingenia como puede con alguna técnica de despiste”.

Sergio ve todavía lejano el día en que no tenga que llevar escolta, pero cuando ocurra “lo primero que haré –dice– será irme a comer con mis padres, para que se sientan de verdad que están con un hijo que vive en plena libertad. Sé que mis padres lo pasaron muy mal cuando me pusieron escolta y sé que siguen sufriendo. Pero, por desgracia, veo muy complicado que llegue ese día, por lo menos a corto plazo”.

Lourdes Montero, Concejala socialista de Zizur Mayor
Su vida dio un giro en el año 2000, cuando decidieron ponerle dos escoltas. “Yo me siento más segura con ellos, pero te quitan parte de tu intimidad, de tu libertad, dejas de sentirte tú misma –cuenta Lourdes–. Para mis hijos fue un palo muy fuerte, porque en el colegio saben que su madre lleva escoltas y algunos compañeros les llegaban incluso a insultar por ello”.

Las amenazas y los insultos han llegado a formar parte de su vida, “y por mucho que llevemos escoltas, y que yo me sienta más segura con ellos, amenazas como «prepárate, bonita, que tú eres la próxima» no se pueden evitar”. Lourdes sabe que desde que lleva escoltas hay sitios a los que ya no puede ir, gente que le ha dejado de saludar, amistades que se han roto, personas que se han cambiado de acera para evitar saludarla por miedo a que los violentos los encuadren. Todo por llevar a dos personas que velan por su seguridad.

Ramón Casado, Concejal de UPN en Alsasua
Desde 2003 mi vida ya no es la misma. Al principio llevar escolta te choca mucho, es un cambio muy fuerte, que coarta tu libertad”. Cuando le pusieron escoltas, le dijeron que siguiera su vida normal. Pero ya no es ni mucho menos la misma desde que se cernió sobre él la sombra de ETA. “Ya no salgo por la noche hasta tarde porque tienes en cuenta a los que van contigo, sabes que también tienen que descansar. No haces cosas rutinarias, como tomar café a una hora en el mismo sitio, o ir a la misma iglesia a una hora determinada”.

A pesar de lo difícil que resulta acostumbrarse a la compañía de los escoltas, asegura: “Ya sabía cómo iba a cambiar mi vida si me metía en política. Hay amenazas o insultos que tienes que tragarte, como que se acerque un hombre a ti y con toda la frialdad del mundo te mire a los ojos y te diga: «Casado, pim, pam, pum». Y esto te lo dicen lleves escolta o no”.

Re: VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 19 Jul 2010 20:15
por PERICO
Ey. yo estuve con Mari Carmen cuando aún vivía en Olatzagutía... nos lo pasábamos en grande jejejej. Por cierto, su hijo llevaba camisetas de ETA.

Re: VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 20 Jul 2010 07:30
por mcgver
PERICO escribió:Ey. yo estuve con Mari Carmen cuando aún vivía en Olatzagutía... nos lo pasábamos en grande jejejej. Por cierto, su hijo llevaba camisetas de ETA.
Curioso, muy curioso.

:wink:

Re: VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 25 Jul 2010 23:42
por PERICO
Si, y con Ramoncito estuve 4 meses o así, mejor me callo...

Re: VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 04 Dic 2014 12:10
por begira
:lol: ¿Escoltas?,¿Para que?...Si te quieren matar lo harán tarde o temprano,solo cuestión de suerte y el día adecuado.

Re: VIVIR ESCOLTADO

Publicado: 05 Dic 2014 08:28
por kue
begira escribió::lol: ¿Escoltas?,¿Para que?...Si te quieren matar lo harán tarde o temprano,solo cuestión de suerte y el día adecuado.
Hombre eso está claro.......y mas si es el CNI en su versión mas secreta..... 8)