LAS VICTIMAS OCULTAS: POLICIAS, EX-POLICIAS...

Espacio dedicado a recordar a aquellas personas caídas en acto de servicio o asesinadas por el terrorismo.
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ZULU
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LAS VICTIMAS OCULTAS: POLICIAS, EX-POLICIAS...

Mensaje por ZULU »

Son los grandes olvidados del proceso de paz :?: . Estimaciones no oficiales cuentan unos 15.000. A estos ex agentes nunca les alcanzó una bala, pero presenciaron los asesinatos de sus compañeros. Desarrollaron una profunda depresión, pero sus jefes les dieron por alcohólicos o por cobardes.

El eco de aquel disparo aún resuena en la cabeza del ex policía Cristóbal Palomo. Su compañero y amigo, el agente Camilo, se descerrajó un tiro en la cabeza delante de él. Sin mediar palabra. Lo hizo con su arma personal, un revólver del calibre 38. Ocurrió en el cuartel de Beloso Alto, en Pamplona. Era el año 1981. Los atentados de ETA tenían un blanco preferente: los policías nacionales y guardias civiles destinados en Vascongadas y Navarra. Camilo y Cristóbal eran dos jóvenes policías andaluces en el norte, en plena explosión de violencia etarra. Pensamos que íbamos a desempeñar un trabajo noble e importante, recién estrenada la democracia, recuerda Cristóbal Palomo, de 50 años. Pero fue un infierno, la mayoría de los vascos nos despreciaba, los jefes abusaban de su poder y los compañeros caían como moscas en los atentados.

Pero a Camilo no le mató directamente ETA. Fue la desesperación lo que apretó el gatillo.
El miedo a estallar por los aires, a recibir un disparo a bocajarro en la panadería, la angustia de estar acuartelado días enteros, el odio en las miradas de la gente, tener que recoger los pedazos de los compañeros reventados por las bombas...A Camilo todos estos sentimientos le explotaron de repente cuando un superior le hizo un reproche. Entonces cogió su 38 de la taquilla y todo acabó para él. Los agentes Camilo y Cristóbal son dos de los miles de casos de síndrome del Norte que existen en España. Cristóbal ha tenido algo más de suerte que su amigo: vive para contarlo. La Administración nunca ha reconocido la existencia de esta patología, propia de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado destinados en el Vascongadas y Navarra entre 1975 y 1990. Sólo unos pocos psiquiatras y psicólogos, los que han trabajado de cerca con los afectados, reconocen su existencia. Sin embargo, no es una enfermedad nueva para la ciencia. Tiene mucho que ver con el llamado mal de la trinchera, descrito por primera vez en soldados de la Primera Guerra Mundial, y con el síndrome de Vietnam, que apareció entre militares de Estados Unidos al regresar a casa tras perder la guerra.

La falta de reconocimiento por parte del Estado ha provocado que no existan ni datos ni cifras oficiales sobre el asunto. El silencio de la Administración condena al ostracismo a quienes sufren el síndrome del Norte, que, al no ser reconocidos, no perciben pensiones extraordinarias por enfermedad laboral. Sólo las asociaciones y los sindicatos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil arrojan algo de luz sobre este síndrome. Según cálculos de la Unión Federal de la Policía (UFP) y de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), unos 15.000 agentes de ambos cuerpos (un tercio de los destinados entre 1975 y 1990 en vascongaas y Navarra) arrastran aún hoy secuelas psicológicas. De éstos, sólo a menos del uno por ciento les han reconocido los tribunales de Justicia que sus trastornos son consecuencia de su trabajo en el Norte. Y eso, después de litigar contra el Estado durante años.

TODO POR LA PATRIA

Ya se ha puesto en marcha el primer gran estudio sobre el síndrome del Norte. A falta de iniciativa oficial, lo hará la AUGC. Su secretario general, Fernando Carrillo, conoce sobradamente el asunto: Estuve dos años destinado en Vascongadas, de 1987 a 1989. Creo que me salvé del síndrome del Norte por mi actividad sindical. Escuchar y apoyar a mis compañeros me sirvió de coraza. Allí conocí lo que es el abandono, cuenta Carrillo, que además de guardia es psicólogo. Nos sentíamos olvidados. Los superiores, en sus despachos, no querían saber que sus hombres se hundían por momentos.

Según Fernando Carrillo, la intensidad de la violencia terrorista, el desarraigo familiar y el carácter obligatorio del servicio en el vascongadas son los tres elementos que incidían en la aparición del síndrome. La excesiva militarización que en aquellos años existía en el Cuerpo de Policía Nacional, como se llamaba entonces y en la Benemérita no ayudaba en absoluto. A un guardia civil sus superiores le presuponen una valentía a prueba de bomba. Por eso, mostrar temor por la propia muerte estaba considerado, en aquella época dura del terrorismo, como una debilidad intolerable. Así lo recuerda Jaime, guardia civil jubilado anticipadamente por depresión y que trabajó desde 1982 hasta 1988 en San Sebastián: Los mandos solían aplicar correctivos cuando algún guardia flaqueaba. Los calabozos estaban llenos de guardias civiles que ya estaban enfermos. Mostraban mucha agresividad. Algunos se convirtieron en alcohólicos y adictos a las pastillas porque no podían soportar esa tensión diaria. Si le contabas tu problema a un superior, te decía: «¡Eres un cobarde!». Alguno llegó a tirársele al cuello a un jefe. Jaime tuvo que portar en varias ocasiones el féretro de algún compañero muerto en atentado: Es algo que te marca de por vida. Yo lo he pasado muy mal. No he levantado cabeza desde entonces-.

COMO UN HACHAZO

José María Benito, policía nacional, portavoz del Sindicato Unificado de la Policía (SUP), estuvo destinado en la comisaría de Basauri (Vizcaya) desde 1986 hasta 1995. Una Navidad, salvó la vida de casualidad: Había un árbol de Navidad en la calle. No le di importancia. Inmediatamente después de pasar yo por allí, explotó al paso de un coche patrulla, causando heridos. Para mí fue como un hachazo. Esto era el pan de cada día. La Administración no podía reconocer la existencia del síndrome del Norte porque eso significaba reconocer una enfermedad laboral, y el Estado no estaba dispuesto a hacer frente a esos gastos, explica Benito.

A Cristóbal Palomo querían jubilarle anticipadamente por incapacidad. La razón oficial: alcoholismo. Eso implicaba que su pensión no llegaría al cien por cien de su sueldo. Pero Cristóbal no adquirió su vicio por el alcohol en juergas precisamente, sino tratando de huir de la presión en que vivía. Acudió a los tribunales, con la fortuna de que le reconocieron el síndrome del Norte. Gracias a esa sentencia hoy cobro una pensión del doble de mi sueldo. Pero más que el dinero es mi dignidad lo que la Justicia ha reconocido, cuenta Palomo.

El Estado no admite la patología de forma oficial, pero sí lo hizo por la vía de los hechos a comienzos de los 90. Interior, con la colaboración de algunos gobernadores civiles, habilitó unos pocos apartamentos y chalés como discretas residencias de descanso para que policías destinados en el País Vasco pasaran una semana con su familia. Existían lugares de este tipo en la sierra madrileña y en la Manga del Mar Menor (Murcia). Además, a finales de los 80 contrató a psicólogos en las comisarías de Euskadi para que apoyasen a los agentes aquejados de depresión y ansiedad. Pero el plan del Gobierno no resultó: -Siendo José Luis Corcuera ministro de Interior, se despidió a muchos psicólogos,recuerda José María Benito, del SUP, porque insistían en la existencia del síndrome del Norte. Veían que muchos policías tenían los mismos síntomas depresivos. Aquello se silenció.

La psiquiatra Martha González Ceinos fue la responsable del equipo psicológico de Guipúzcoa que creó el Cuerpo Nacional de Policía en 1991. Se constituyeron gabinetes en las tres provincias vascas ante el crecimiento de los trastornos mentales entre los policías-, explica. La policía disolvió esos gabinetes en 1995.
De todos los síndromes del Norte que diagnosticó la doctora González, ninguno fue admitido oficialmente: De 20 visitas diarias, dos eran claramente síndrome del Norte. Mis informes se mandaban a Madrid, a los servicios médicos centrales, y en los casos más sangrantes, lo único que se hacía era sacar de Euskadi al afectado, pero a ninguno se le reconoció la enfermedad laboral, dice González.

A Jorge Casas, ex policía nacional madrileño, el síndrome del Norte le reventó en el estómago. En 1980, con 20 años, recién salido de la Academia, Jorge llegó a San Sebastián. No estábamos preparados para ir allí, donde nos odiaban tanto. Yo no sabía ni lo que significaba ‘kalea’ (calle, en euskera), recuerda. El primer día de Jorge Casas en Donostia, ETA mató a un guardia civil en la ciudad. A Jorge le enviaron inmediatamente al lugar del asesinato. Menuda bienvenida. Desde ese momento el miedo se apoderó de mí. Si a esto unimos el rechazo de la mayoría de los vascos... Nos tiraban aceite hirviendo y bombonas de butano desde las casas. En las carnicerías, a nuestras mujeres les daban lo peor. No podían tender el uniforme en las ventanas para que no supieran que éramos policías. Al poco, Jorge comenzó a sufrir dolores de estómago. Presencié un atentado, en el que murió un compañero. A raíz de esto, tuve crisis agudas de ansiedad. No podía respirar, recuerda. Tras años de pruebas, los médicos dictaminaron que aquellas molestias estomacales estaban relacionadas con su trastorno de ansiedad. Hoy, 26 años después, aún no está curado del todo. Lo que viví en Vascongadas no lo puedo olvidar. La Administración no le reconoce como afectado del síndrome del Norte. Se siente dos veces maltratado.

PD: He cambiado algunos conceptos con nombres propios, si bien la transcripción es prácticamente literal.

Desear y rendir con este escrito que, no es mío, un pequeño gran homenaje a las FSE, a mis conocidos de entonces, los que está y los que se fuerón y en especial a mi gran amigo...X... quien me ha enviado este documento que, han estado, están y estarán en esta región, a la vez, tan inospita y querida de España
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ba2
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Mensaje por ba2 »

la verdad es que es una pena todo lo relacionado con el sindrome del norte y mas todavia que sean ignorados por quienes son sus responsables. sin embargo, en estas tierras hay gente que apreciamos y admiramos el trabajos de todos los miembros de las FCSE.
Irlandés
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Interesante...

Mensaje por Irlandés »

Sobre éste asunto habría mucho de que hablar, solo es animarse...
Saludos.
Zigor
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Mensaje por Zigor »

Cuántos profesionales de GC y CNP tras ser destinados en el País Vasco han formado su familia aquí, adaptándose a la región, aceptando con agrado esta cultura a pesar de haber venido en una misión de lucha contra un terrorismo autóctono y a la vez han visto recelo en algunos ciudadanos que apoyan a ETA ó que apoyan el independentismo por venir aquí, de esos he conocido algunos, que aún viven aquí. Uno me decía que en su tiempo se pudo salvar de milagro, que un primo de su mujer (vasca) se la tenía jurada. El tiempo pone las cosas en su lugar, pero no es malo guardar en la memoria las conductas criminales, para evitar que se reproduzcan (hoy es el día que en Alemania se muestra a la luz pública el desastre del holocausto judío en los antiguos campos de concentración, para no ocultar a las generaciones venideras una aberración que no se debe cometer). También es cierto que otros habrán venido con ganas de marcharse, de hacer un trabajo, de no querer ver la cultura vasca por identificarla con la hostilidad del terrorismo que en ella se escuda. la realidad cultural y humana debe quedar lejos de los rencores, tan bonita es la cultura vasca en Euskadi como el que existan centros gallegos, andaluces, extremeños en el propio País Vasco, dada la gran cantidad de gente que de estas regiones vino a trabajar aquí.

Unos dirán que es más la gente que vino a trabajar porque aquí se necesitaba mano de obra para la incipiente y próspera industria y no la había, otros que fue un plan para españolizar el País Vasco, pero la realidad es que vino mucha gente, que aportó mucho, que en su mayoría se adaptó al lugar, y cuyos hijos aprendieron Euskera en el colegio, y que seguro que cuando retornan a sus lugares de origen les llaman "vascos" y que en el País Vasco lo que verdaderamente sobra es ETA, por lo demás cabe todo y sobra sitio.
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