Publicado: 07 Ago 2007 14:20
Vuelven nuevas informaciones sobre el caso del espionaje militar en Ceuta, además con datos sobre los soldados musulmanes:
Defensa renueva a soldados nada fiables
• El escándalo del espionaje a líderes sindicales y vecinales de Ceuta ha tenido consecuencias en los cuarteles. Defensa no ha hecho caso a los informes sobre seguridad de la inteligencia del Ejército y ha renovado por 20 años a cerca de una decena de soldados considerados peligrosos, alguno por su cercanía al islamismo.
Reportaje por: Joaquín VIDAL, INTERVIÚ
Ministerio de Defensa ha renovado por 20 años los contratos de varios soldados destinados en Ceuta, en contra de los informes de seguridad emitidos por los servicios de inteligencia militar. Los informes, confidenciales, concluían tras años de investigaciones que se trataba de tropa poco fiable. En algunos casos, por su cercanía a círculos islamistas, y en otros, por su implicación en tramas relacionadas con el tráfico de drogas y hasta con clanes mafiosos de la plaza africana. Sin embargo, el ministerio –que descabezó este invierno la sección de inteligencia tras el escándalo del espionaje a líderes vecinales y sindicales– ha hecho caso omiso de estos informes de sus propios servicios de inteligencia. La sección de inteligencia (G-2) de Ceuta quedó descabezada y desconcertada tras el cese de su jefe el pasado mes de febrero, víctima de la filtración de datos de espionaje a líderes vecinales y sindicales de Ceuta. El teniente coronel destituido intentó suicidarse. El juez togado militar quiso cerrar el caso hace pocos días, pero un recurso lo mantiene vivo en la jurisdicción de Madrid.
El caso de los soldados musulmanes se ha tomado en una parte de la ciudad de Ceuta de una manera muy diferente: varios grupos políticos de orientación musulmana han defendido a este grupo de militares asegurando que se trataba de un asunto de integración racial defectuosa en el seno de la Fuerzas Armadas. La inteligencia militar puso reparos serios a 12 soldados por su peligro para la seguridad. De éstos, sólo tres han sido finalmente descartados por el Ministerio de Defensa. Los soldados tenían que firmar su compromiso de larga duración con las Fuerzas Armadas, que consiste en un contrato de 20 años con una paga adicional vitalicia después. La criba no la pasaron 80 uniformados de origen cristiano y diez musulmanes (éstos no por razones de seguridad, sino por falta de rendimiento laboral). Para lograr el nuevo contrato los militares son evaluados por sus superiores y además son objeto de un informe secreto de seguridad.
Estos soldados son los islamistas descubiertos en los cuarteles de Ceuta sobre los que ya informó interviú a finales de febrero de este mismo año. “Sólo hemos conseguido que no se renueve a los tres soldados más característicamente identicados en las informaciones periodísticas. Con el resto no han hecho ni caso”, explica a esta revista una fuente de inteligencia. La responsabilidad queda repartida, pero lejos de Ceuta. Ésta es una decisión del Mando de Personal del Cuartel General del Ejército de Tierra en Madrid, aunque estas fuentes atribuyen la responsabilidad al mismo órgano central del ministerio, en el paseo de la Castellana de Madrid, donde el ministro José Antonio Alonso tiene su despacho y su equipo político. El temor de la comunidad de inteligencia de la plaza es que, en el transcurso de los recursos de los militares sospechosos, se haya dejado ver los expedientes a sus abogados, “de manera que quedarían al aire tanto evaluadores como informantes, un desastre”.
Cuando un soldado tiene que renovar un contrato, pasa una evaluación. En ella se añaden las observaciones de los diferentes escalones de inteligencia. De acuerdo con las informaciones a las que ha tenido acceso esta revista, algunos fueron denunciados por sus propios compañeros, pero la mayor parte de los informes sobre ellos era fruto de investigaciones sobre mezquitas integristas, redes de tráfico de estupefacientes y personas. De hecho, la principal preocupación del ya destituido comandante general Luis Gómez Ortigüela al llegar a Ceuta en 2004 era la calidad y fidelidad de la tropa de origen musulmán. La señal de alarma había saltado unos años antes, en 2002, cuando los marroquíes ocuparon la isla de Perejil. Varias fuentes inciden en que este tipo de informes suele ser determinante para la renovación de los contratos. No lo ha sido en este caso.
Probablemente tengan que ver en ello los sucesos de febrero. Si un jefe de inteligencia se corta las venas y se tira por una ventana, quiere decir que hay un grave problema. Al escándalo por el espionaje a líderes sindicales y vecinales siguió una causa judicial que hasta ahora ha instruido el juez togado militar de la zona de Ceuta. Pero también le ha costado el puesto al jefe de inteligencia del general Pedro Pitarch, jefe de la Fuerza Terrestre y responsable de la plaza de Ceuta desde su cuartel general de Sevilla. Pitarch fue quien aconsejó, según diferentes fuentes del ministerio en Madrid, el cese fulminante “por lo sano” en la Comandancia de Ceuta.
Tras los líderes
En la instrucción, la G-2 de Ceuta tuvo que aportar las “órdenes de obtención de información”. Sin embargo, según fuentes conocedoras de la causa, los responsables de la inteligencia militar no las presentaron todas, sino que dijeron que 20 de ellas –de 120 en total– habían sido anuladas. Pero, lejos de minimizar el caso, el espionaje militar llegó aún más lejos de lo que se conocía hasta ahora. Los militares hicieron seguimiento y espiaron una reunión de líderes de partidos musulmanes de Ceuta y Melilla que se celebró en la mezquita de Benzú, en Ceuta. El 6 de junio de 2001 el grupo operativo de inteligencia emitió una nota interior en la que no sólo informaba de que esta reunión se iba a producir, sino que contaba quiénes asistirían y que había sido “promovida por el gobernador de Tetuán y se ha organizado por mediación de Jesús Flores y Mohamed Mohamed Haddu, ‘Musa’”. Además, a ella asistiría el hasta hacía sólo unos meses presidente de la ciudad, Antonio Sampietro, del GIL. En esta “nota interior” se cuenta que uno de los asistentes pidió permiso a la Delegación del Gobierno para asistir “con el objeto de lavar su imagen ante el colectivo musulmán”.
Seis días después, otra “nota interior” remitida al comandante general –entonces el general López de Olmedo– informaba sobre los asistentes y temas tratados en la reunión en la mezquita musulmana de Benzú, acaecida “tras el rezo de los viernes”. En la nota se contaba que se trató de la posibilidad de coaligar a todos los partidos musulmanes, y temas como “la problemática en las escuelas coránicas, la decisión de designar profesores de árabe españoles o marroquíes, o la problemática de los menores transfronterizos”.
interviú ha hablado con varios de los participantes en aquella reunión, que han sabido del espionaje por esta revista. Varios no han querido que sus comentarios trascendieran, aunque la reacción general ha sido negar su participación en ella. Así, por ejemplo, Abdelhakim Abdesalam Allal, y Mohamed Haddu, Musa, aseguran que no estuvieron, en contra de lo que dicen los informes del Ejército, aunque sí sabían de su celebración.
Fichas de dirigentes
También ha tenido acceso interviú a las fichas de destacados dirigentes políticos ceutíes de confesión musulmana. Como la del líder de Unión Democrática Ceutí, Mohamed Mohamed Alí, Lemague, en la que, además de sus datos biográficos, se señala su participación en manifestaciones contra la guerra de Irak. La información, una “nota de despacho”, está catalogada nivel A-1, el de máxima fiabilidad. La ficha –una “nota interior”– de Abdelhakim Abdeselam Al-Lal, médico y dirigente entonces del Partido Social y Democrático de Ceuta, incluye antecedentes políticos, judiciales y hasta familiares. Entre éstos se significa que es cuñado de un teniente de la Guardia Civil actualmente destinado en Intxaurrondo. La nota está también dirigida al comandante general, entonces el general López de Olmedo.
Algunas de las “notas de despacho” del Estado Mayor de Ceuta tratan sobre movimientos políticos. Por ejemplo, una catalogada B-2 –menos fiabilidad– explica que “miembros de este GOS (Grupo Operativo de Seguridad)” han sabido que Alberto Solano, del PP, podía ser nombrado vicepresidente de la ciudad. Otra habla de los movimientos internos de un significado líder de Izquierda Unida, Mohamed Mohamed Haddu, Musa.
Éste último dice que no le extrañan nada estos seguimientos y esta base de datos: “Aquí los musulmanes estamos investigados desde que acabamos el bachiller. Y más si hablamos en alto”. Abdelhakim Abdesalam –que es amigo y fue compañero en la Facultad de Medicina del ex presidente de Melilla Mustafá Aberchán– se declara indignado: “Tengo conciencia de que me han investigado, lo sabemos todos. El escándalo saltó cuando se supo que también lo hacían con los cristianos”. Por su parte, Mohamed Alí, Lemague, asegura que piensa iniciar acciones legales por todo este asunto: “¿No tienen nada mejor que hacer los militares?”.
Hoy es difícil pensar que el G-2 del Estado Mayor de la Comandancia General de Ceuta pueda hacer este o cualquier otro seguimiento. Los tentáculos que obtienen información son los GOSET (Grupos Operativos de Seguridad del Ejército de Tierra), en realidad un equipo de seis guardias civiles que manda un sargento de este cuerpo. El sargento ha sido relevado y destinado al País Vasco. Otro de los agentes ha pedido destino fuera de la Comandancia General. El resto del G-2 son oficiales y suboficiales que hacen análisis y dirección de inteligencia, pero no obtención. Desacreditados por el órgano central en una de sus principales labores –la información de seguridad sobre la tropa musulmana– y bajo la lupa judicial su labor de años atrás, hoy juegan a la defensiva. Así las cosas, como dice un oficial destinado en la plaza, “estamos, quizá no ciegos, pero sí tuertos”.